La pregunta que nos mueve en esta experiencia es ¿cómo nos volvemos parte del ambiente?

A través de la práctica psicosomágica, un compartir de cacao ceremonial, oráculo y el movimiento en contacto con la arena, el mar, el sol y el aire, nos adentramos en un viaje personal que busca profundizarnos en la conexión con la tierra y el océano.

No llegamos a la playa como un elemento externo que toma lo que quiere, sino que somos la playa.